Es un hecho constatable el que la mujer genere de manera ininterrumpida fascinación y curiosidad en el hombre. En una sociedad patriarcal y androcéntrica, en la que el componente masculino es el que prima y dirige, ya sea consciente o inconscientemente, el espacio público, estamos demasiado acostumbrad@s a conocer mucho mejor un único punto de vista: el del varón. Por descontado, el arte también forma parte de esa maraña androcéntrica y sexista, y las voces femeninas han sido durante siglos ocultadas y silenciadas.
Pues bien, hay muchas mujeres poetas y muy buenas.
El hombre siempre ha hablado sobre la mujer y la mujer también lo ha hecho sobre el hombre. Pero ya es hora de escucharlas a ellas, porque como mujeres, no siempre nos sentimos identificadas con lo que ellos escriben sobre nosotras: belleza, amor, pecado, crueldad, sentimiento, fragilidad, todas ellas palabras muy bellas, pero que también forma parte del sexo masculino y no nos definen a nosotras por naturaleza.
¿Queréis saber, hombres del mundo, cómo somos las mujeres?, pues leednos, escuchadnos.
Pues bien, hay muchas mujeres poetas y muy buenas.
El hombre siempre ha hablado sobre la mujer y la mujer también lo ha hecho sobre el hombre. Pero ya es hora de escucharlas a ellas, porque como mujeres, no siempre nos sentimos identificadas con lo que ellos escriben sobre nosotras: belleza, amor, pecado, crueldad, sentimiento, fragilidad, todas ellas palabras muy bellas, pero que también forma parte del sexo masculino y no nos definen a nosotras por naturaleza.
¿Queréis saber, hombres del mundo, cómo somos las mujeres?, pues leednos, escuchadnos.
Nos situamos a finales del Barroco y empezamos con unos fragmentos de las redondillas más famosas y osadas de la literatura hispanoamericana, las de Sor Juana Inés:
REDONDILLAS
Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan.
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver qe sois ocasión,
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien,
si las incitáis al mal?.
Combatís su resistencia,
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia (...)
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel,
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada? (...)
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis,
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar (...).
De la Cruz, Sor Juana Inés, Poesía Lírica, Madrid, Cátedra, 2009.
Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan.
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver qe sois ocasión,
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien,
si las incitáis al mal?.
Combatís su resistencia,
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia (...)
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel,
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada? (...)
¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis,
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar (...).
De la Cruz, Sor Juana Inés, Poesía Lírica, Madrid, Cátedra, 2009.
Sor Juana Inés de la Cruz
Como mujeres, poseemos un cuerpo diferente al del hombre, convertido en objeto de deseo y motivo poético en prácticamente toda la historia de la literatura. Y es lógico, porque el desconocimiento exacerba el deseo sexual, pero si despojamos la descripción de nuestras curvas (ya sean más o menos) de todo deseo y nos centramos en su belleza, como bello puede ser el cuerpo de un pájaro, una tortuga o una hormiga, tenemos lo siguiente:
Así morirán mis manos oliendo a espliego falso
y morirá mi cuello hecho de musgo,
así morirá mi colonia de piano y de tinta.
Así la luz rayada,
la forma de mi forma,
mis calcetines de hilo,
así mi pelo que antes fue barba bárbara de babilonios
decapitados por Semíramis.
Por último mis senos gramaticalmente elípticos
o las anchas caderas que tanto me hicieron llorar.
Por último mis labios que demasiado feroces se volvieron,
el griego hígado,
el corazón medieval.
la mente sin cabalgadura.
Así morirá mi cuerpo de arco cuya clave es ninguna,
es la música haciendo de tiempo,
verde música sacra con el verde del oro.
Andreu, Blanca, De una Niña de Provincias que se Vino a Vivir en un Chagall (1981) en Poesía Española Reciente, Madrid, Cátedra, 2008.
y morirá mi cuello hecho de musgo,
así morirá mi colonia de piano y de tinta.
Así la luz rayada,
la forma de mi forma,
mis calcetines de hilo,
así mi pelo que antes fue barba bárbara de babilonios
decapitados por Semíramis.
Por último mis senos gramaticalmente elípticos
o las anchas caderas que tanto me hicieron llorar.
Por último mis labios que demasiado feroces se volvieron,
el griego hígado,
el corazón medieval.
la mente sin cabalgadura.
Así morirá mi cuerpo de arco cuya clave es ninguna,
es la música haciendo de tiempo,
verde música sacra con el verde del oro.
Andreu, Blanca, De una Niña de Provincias que se Vino a Vivir en un Chagall (1981) en Poesía Española Reciente, Madrid, Cátedra, 2008.
Así, cada palabra adquiere pleno sentido, cada parte es nombrada y reconocida, y gracias a ese reconocimiento, nos identificamos como seres femeninos, no excentas de una merecida y orgullosa sensualidad:
TALLER DE SEDERÍA
Seda del párpado, seda de la ingle,
seda roja del cielo de la boca,
seda blanca, escondida, de la nuca,
la pieza con pequeños lunares de la espalda,
crisálida de seda del ombligo,
el ovillo del pubis, la seda que se adentra,
el encaje de seda de la axila,
la organza de los labios,
la piel como sedante,
las palabras sedosas
el sedal sin anzuelo de los brazos,
piel de fibra tensada - tarea de hiladera
del gusano inquilino, el tejedor del gremio
de los sastres futuros que destejen
la vieja seda rota y desvaída,
del trapero que rasga y que descose
los últimos recortes, los retales,
la mortaja de seda apolillada.
Luque, Aurora, Transitoria (1998), en Poesía Española Reciente, Madrid, Cátedra, 2008.
Es un espléndido manantial de magnífica seda (...)
Salvo la seda, no hay otro comercio en esta ciudad,
por lo cual los forasteros no permanecen en ella y
solo la habitan sus propios vecinos.
Ibn Al-Jatib
Salvo la seda, no hay otro comercio en esta ciudad,
por lo cual los forasteros no permanecen en ella y
solo la habitan sus propios vecinos.
Ibn Al-Jatib
Seda del párpado, seda de la ingle,
seda roja del cielo de la boca,
seda blanca, escondida, de la nuca,
la pieza con pequeños lunares de la espalda,
crisálida de seda del ombligo,
el ovillo del pubis, la seda que se adentra,
el encaje de seda de la axila,
la organza de los labios,
la piel como sedante,
las palabras sedosas
el sedal sin anzuelo de los brazos,
piel de fibra tensada - tarea de hiladera
del gusano inquilino, el tejedor del gremio
de los sastres futuros que destejen
la vieja seda rota y desvaída,
del trapero que rasga y que descose
los últimos recortes, los retales,
la mortaja de seda apolillada.
Luque, Aurora, Transitoria (1998), en Poesía Española Reciente, Madrid, Cátedra, 2008.
Madre I, Jane Beall
Y es que resulta que la literatura es conocimiento. Para que luego haya quien diga que no sirve para nada...
(...) No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no entendamos a nosotros mesmos ni sepamos quiénes somos. ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese quién fue su padre, ni su madre, ni de qué tierra?.
Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor lo que hay en nosotras cuando no procuramos saber saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y ansí, a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos alma; mas que bienes puede haber en esta alma u quien está dentro de esta alma y el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos, y ansí se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura; todo se nos va en la grosería del engaste u cerca de este castillo, que son estos cuerpos (...).
De Jesús, Teresa, Moradas del Castillo Interior, en Antología, ed. de Mª Pilar Manero Sorolla, Barcelona, LHU, 1992.
Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor lo que hay en nosotras cuando no procuramos saber saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y ansí, a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos alma; mas que bienes puede haber en esta alma u quien está dentro de esta alma y el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos, y ansí se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura; todo se nos va en la grosería del engaste u cerca de este castillo, que son estos cuerpos (...).
De Jesús, Teresa, Moradas del Castillo Interior, en Antología, ed. de Mª Pilar Manero Sorolla, Barcelona, LHU, 1992.
2 comentarios:
Otra vez una fantástica elección de tema, me parece que la perspectiva es muy pero que muy interesante. Me sorprende la actualidad jejeje del texto que inicia la rueda. Y bueno, como siempre excelente antología. Muchas gracias de nuevo y un abrazo, a mí me tienes fija jeje da igual que tardes en responder. Me encanta lo que haces soy fan y soy adicta : ).
Gracias, Alba, hermana en sensibilidades :)
Un beso de sal!
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