Leer a Carlos Castaneda
es situarse ante una encrucijada de caminos extraños e inciertos, pero llegas a
comprender que para cruzar el espejo debes empezar por dar pequeños pasos firmes,
uno tras otro, con valor, respeto e intención. Pero primero es necesario
reconocer que tras ese espejo fluyen realidades a parte, ese espejo en el que
te reconoces pero no te subyugas a tu propia imagen. Si la niña Alicia hubiera
partido de las enseñanzas de Don Juan Matus, bien en cuenta hubiera tenido las
palabras del Conejo Blanco, la Oruga, el Gato de Chesire…y quizás el
aprendizaje en el País de las Maravillas se habría desarrollado de manera más
firme y menos angustiante.
Carlos Castaneda |
No obstante, Alicia cayó
en una madriguera, de forma accidental y sin intención alguna de atravesar la
percepción habitual del mundo que nos rodea, a diferencia de Castaneda, que por
voluntad propia y confiando en las palabras del chamán, decide acercare a
Mescalito y transitar por la senda del conocimiento.
Una vez en el camino, no
hay retorno. Es imposible ya ver las cosas tal y como se veían con anterioridad,
y ambos deben enfrentarse a sus miedos, decisiones, crecimiento e ilusión.
Discernir lo que es real de lo que no lo es llega a ser un reto.
Sumidos en estados alterados de conciencia, Carlos y Alicia dan pasos hacia
adelante y hacia atrás, se ven enormes y se ven insignificantes, se ahogan en
una gota de agua, se creen gigantes, juegan y ríen, huyen y temen. Pero la
diferencia fundamental entre ambos es la presencia del maestro, guía y mentor.
Mientras que Carlos
Castaneda cuenta con la iniciación guiada del indio yaqui Don Juan Matus,
Alicia se va encontrando con diferentes personajes-guía a lo largo de su
camino. Asimilar y procesar las enseñanzas de estos últimos se vuelve, por
tanto, mucho más complicado, puesto que la niña debe, en primer lugar,
reconocer al maestro y entender que se trata de una enseñanza y, en segundo
lugar, descifrar su significado e integrarlo en su crecimiento personal.
Ahora bien, Alicia cuenta con el punto a su favor de ser una niña, lo que le permite contemplar esa realidad aparte con inocencia y cierta ingenuidad, cualidades imprescindibles a la hora de abrir la mente y romper con las reglas de la percepción habitual.
Ahora bien, Alicia cuenta con el punto a su favor de ser una niña, lo que le permite contemplar esa realidad aparte con inocencia y cierta ingenuidad, cualidades imprescindibles a la hora de abrir la mente y romper con las reglas de la percepción habitual.
En las siguientes entradas voy a tratar de establecer una analogía entre los libros de Carlos de Castaneda y
Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll.
¿Le damos pues un
bocadito a una de esas setas?.
(...) Desde luego que me la voy a comer-pensó Alicia-. Si me hace crecer, podré llegar hasta la llave (...).
Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, Madrid, Edelvives, 2011.
(...) El mundo que nos rodea es un misterio -dijo-. Y los
hombres no son mejores que ninguna otra cosa. Si una plantita es generosa con
nosotros, debemos darle las gracias, o quizá no nos deje ir (...).
Carlos Castaneda, Viaje a Ixtlán.
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