Hace un mes cayó en mis manos por pura curiosidad la última novela de Eugenia Rico, Aunque Seamos Malditas, Círculo de Lectores, Barcelona, 2008. No es una gran obra, ni siquiera me gustó el final- que considero una mala copia de la escena orgiástica de El Perfume-, no obstante hubo algún párrafo que sí me llamó la atención. Para abrir este nuevo año transcribo unas líneas que me parecieron interesantes y os propongo que las relacionéis con un poema de Sylvia Plath que ya apareció en una entrada anterior. Creo que el enfoque está bien establecido entre ambos textos y con ellos reivindico la absoluta libertad e individualidad, no solo de la mujer, sino de cualquier ser que habite sobre la tierra -o más allá de ella-. Con la literatura seguimos haciendo camino y nadie conseguirá que nos callemos. Aunque seamos maldit@s...
"(...) Aunque no lo creamos, toda Europa es una misma cosa. Al menos lo son los pueblos. Los domingos se hace bricolaje y se envidia al vecino. Los días de semana se trabaja y se ahorra para comprarse un coche más grande que el del vecino. Solo los sábados la gente sale a la calle o al campo con la esperanza de hacer algo distinto, de ser diferentes por un día, por unas horas. Puede ser la cerveza, el fútbol o las setas. Los hombres salen al campo para ser distintos.
Y algunas mujeres vuelven al campo para ocultarse, para ser como las otras o para que no se note si son distintas. Porque algunas mujeres siempre han querido ser como las demás y nunca lo han conseguido (...)" .
Y algunas mujeres vuelven al campo para ocultarse, para ser como las otras o para que no se note si son distintas. Porque algunas mujeres siempre han querido ser como las demás y nunca lo han conseguido (...)" .
LESBOS
¡Qué lacra, la cocina!
Las patatas silban como ofidios.
Es Hollywood, sin ventanas,
la luz fluorescente pestañeando cual inaguantable jaqueca,
las puertas esquivas tiras de papel:
cortinas de teatro, crespo rizo de alféizar.
Y yo, amor mío, embustera patológica,
y mi hija: mira su rostro, allá, en el suelo,
como muñeco aún sin romper, esforzándose por
desaparecer:
como que es una esquizofrénica,
su faz, roja y blanca, da miedo,
dejaste sus gatitos ante tu ventana
en una especie de hoyo de cemento
donde se ensucian y vomitan y ella no los siente.
Dices que no la aguantas,
la condenada.
Tú, que reventaste tus tubos como una mala radio
limpiándolos de voces y de histeria, ruido estático
de lo nuevo. Dices
que debieras de haber ahogado a los gatitos. ¡Qué mal
huelen!
Dices que debieras de haber ahogado
a mi niña. Se cortará la yugular a los diez años
ya que a los dos está loca. El bebé
sonríe, rechoncho caracol,
desde los rombos lucientes de hule color naranja.
Te lo comerías. Es niño. Dices
que tu marido no te va. Su madre
judía guarda su dulce sexo como una perla.
Tienes un bebé, yo tengo dos.
Me sentaría en una roca de Cornualles peinándome el cabello.
Me pondría pantalones de piel de tigre, debiera tener un
bello
amante. Debíamos encontrarnos en otra vida,
tú y yo. Entretanto
hay un hedor a grasa y caca de niño.
Estoy aturdida, abotagada por mi último soporífero.
El vapor de la cocina, el humoniebla del infierno
nos sobrevuela, dos venenos incompatibles,
nuestros huesos, nuestro pelo.
Te llamo huérfana, huérfana. Estás enferma.
El sol te da úlceras, el viento tuberculosis.
Solías ser bella.
En Nueva York, en Hollywood, los hombres decían: “¿Ya?
La verdad, chica, estás de espanto”.
Teatro, teatro, teatro, la emoción, nada más.
El marido impotente se escapa, a tomar café.
Yo trato de tenerle en casa, pararrayos
viejo, los baños ácidos,
la exuberancia que le alejaba de ti.
Él va tragándolo todo, pedregosa cuesta abajo,
como furgoneta cansina. Las chispas son azul turquí.
Las viejas chispas azules están allí,
derramándose fragmentándose en luces mil.
¡Oh joya! ¡Oh valiosa!
Esta noche la luna
arrastraba su saco de sangre, animal
enfermo
faro arriba. Y luego
normalizóse, dura
y separada y blanca. El lucir
escalado en la arena que asustábame de muerte.
Íbamos recogiendo puñados de arena, gozándolo,
trabajando como negros, cuerpo mulato,
el raspar sedeño.
Un perro recogía a tu perruno marido. Él seguía adelante.
Ahora, silente, cubierta
de odio hasta el cuello,
espeso, espeso.
No hablo.
Empaqueto las duras patatas como ropa cara,
empaqueto a los niños,
empaqueto los gatos enfermos.
Oh envase de ácido, es amor
lo que empapa. Sabes a quien odiar.
Él abraza sus hierros junto a la puerta:
ábrese y el mar la penetra, negro y blanco,
para ser vomitado luego de un tranco.
Cada día que pasa le llenas de sentimentalina,
como una jarra. Estás agotadísima.
Tu voz agita y sorbe mi pendiente,
murciélago hematófilo. Eso justamente,
eso justamente. Por la puerta escrutas,
bruja. “Todas las mujeres son putas,
no hay comunicación, no hay puente”.
Veo tu decoración bonita
cerrársete encima como puño de bebé
o anémona, novia
del mar, cleptómana. Sigo
sin experiencia,
quizá vuelva, digo.
Del embuste conoces bien la ciencia.
Ni siquiera en tu Zen volveré a verte.
Maruja Mallo
Espero que este 2010 os reste un poco de comodidad, os aporte mucha inspiración, os empuje a akelarres de poesía y os abrace con sinceridad. Un etéreo lametazo y una bacanal de sonrisas a quienes me leéis.
LAS BRUJAS
Bató un gesto, una palabra vuestra para que todo se hiciese aire, o menos que aire... Brujas que hablabais el lenguaje viento, a medianoche, el lenguaje del viento golpeando las ventanas, el lenguaje del viento crujiendo en los desvanes, el lenguaje olvidado del viento. El lenguaje de la noche, qué hizo de vosotras el sol, su torpe claridad, su exactitud brutal, qué fue de vosotras cuando el sol secó para siempre nuestras almas... Qué fácil entonces el miedo, brujas, brujas, brujas aventadas por el soplo de un demonio más terrible que el mismo demonio...
Qué extraño maleficio no deja llegar la noche, oh deshacer, deshacer con un gesto el mundo...
Bató un gesto, una palabra vuestra para que todo se hiciese aire, o menos que aire... Brujas que hablabais el lenguaje viento, a medianoche, el lenguaje del viento golpeando las ventanas, el lenguaje del viento crujiendo en los desvanes, el lenguaje olvidado del viento. El lenguaje de la noche, qué hizo de vosotras el sol, su torpe claridad, su exactitud brutal, qué fue de vosotras cuando el sol secó para siempre nuestras almas... Qué fácil entonces el miedo, brujas, brujas, brujas aventadas por el soplo de un demonio más terrible que el mismo demonio...
Qué extraño maleficio no deja llegar la noche, oh deshacer, deshacer con un gesto el mundo...
Leopoldo María Panero, Las Brujas en Tarzán Traicionado, para Poesía Completa (1970-2000), Visor, Madrid, 2006.
Maruja Mallo
2 comentarios:
Interesante la comparación entre Eugenia Rico y Silvia Plath.
La obra de Silvia Plath no tiene discusión como no la tiene la de Eugenia Rico. Como ya dijo mi maestro Fernando Marías "Aunque seamos malditas" es lo mejor que se ha publicado en España de un autor en castellano en lo que va de siglo. Bueno, yo sólo soy un lector pero me pareció una obra acojonante sobre los que somos distintos y leemos paginas distintas como ésta.
Leedlo y ya me direis qué os parece, que en la disensión también está el gusto.
Hola, Enrique. Leí "Aunque seamos malditas" hace unos meses y lo terminé del tirón. Es cierto que engancha y adopta una perspectiva particular, pero para mi gusto hace un uso demasiado fácil de los tópicos. Bien es cierto que tiene pasajes muy interesantes, incluso creo que a veces rozando lo poético, no obstante no consiguió superar mi nivel de exigencia :)
Muchas gracias por tu comentario, es un placer el poder debatir estos temas por aquí. Un saludo!
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