domingo, 8 de febrero de 2009

Alfarero, a tus cacharros

Es sabido por quienes confiesan vivir sometid@s al poder de las letras el misterio que guardan tras de sí las palabras. Si nos remontamos a los más primitivos orígenes, en que las personas no fuimos catalogadas como tal hasta el momento en que adquirimos el uso del lenguaje, nos daremos cuenta de las limitaciones a las que nuestros antecesores estuvieron expuestos por carecer de dicho instrumento. Limitación tal que condujo a antropólog@s, evolucionistas, y teólog@s a datar como el principio de la humanidad el momento en que el Ser hizo uso del lenguaje verbal, a raiz de una teoría en que lenguaje y desarrollo cerebral van estrechamente unidos.
Comenzó la literatura siendo un privilegio para quienes dominaban el uso de la lengua de culto, el latín, formando los clérigos la mayor parte de esa extensa minoría. Pero las palabras luchan por sobrevivir a la tiranía de clases, y el pueblo se concentró alrededor de personajes marginales, titiriteros y juglares que cantaban y recitaban en plazas y mercados, acompañados de instrumentos y notas que rodeaban sus palabras a modo de aureola atemporal. Carecían de técnica, de conocimientos para sellar sus frases e historias, y éstas se transmitían oralmente, pero no eran extraños a la rima, pues con ella se facilitaba el empeño en memorizar y tratar de no perder jamás su poesía. Efectivamente, lo consiguieron. Poco queda, mucho se perdió, pero lo que aún tenemos a nuestro alcance nos postra ante estos personajes que vivieron y lucharon por que se les oyera con seis o siete siglos de antigüedad.
Pero volvamos a la modernidad, porque el repaso podría conducirnos a un interminable laberinto de espejos y me temo que éste, ahora mismo, no es mi cometido. Volvamos, por ejemplo, a finales del siglo XIX, principios del XX. ¿Por qué? pues porque cuando hablo de modernidad hablo inevitablemente de Romanticismo, verdadera esencia de la actualidad, y voy más allá. Hablo también de Modernismo, pues de otra cosa tampoco podría hablar si pretendo centrarme en la actualidad. Y para ello, voy a transcribir un poema del modernista por excelencia, del gran pensador, filósofo, poeta y narrador Miguel de Unamuno :

CREDO POÉTICO

Piensa en el sentimiento, siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.

Peso necesitan, en alas peso,
la columna de humo se disipa entera,
algo que no es música es la poesía,
la pesada sólo queda.

Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido.
¿Sentimiento puro? Quien ello crea,
de la fuente del sentir nunca ha llegado
a la viva y honda vena.

No te cuides en exceso del ropaje,
de escultor, no de sastre, es tu tarea,
no te olvides de que nunca más hermosa
que desnuda está la idea.

No el que un alma encarna en carne, ten presente,
no el que forma da a la idea es el poeta
sino que es el que alma encuentra tras la carne,
tras la forma encuentra idea.

De las fórmulas la broza es lo que hace
que nos vele la verdad, torpe, la ciencia;
la desnudas con tus manos, y tus ojos
gozarán de su belleza.

Busca líneas de desnudo, que aunque trates
de envolvernos en lo vago de la niebla,
aun la niebla tiene líneas y se esculpe;
ten, pues, ojo, no la pierdas.

Que tus cantos sean cantos esculpidos,
ancla en tierra mientras tanto que se elevan,
el lenguaje es ante todo pensamiento,
y es pensada su belleza.

Sujetemos en verdades del espíritu
las entrañas de las formas pasajeras,
que la Idea reine en todo soberana;
esculpamos, pues, la niebla.

...Efectivamente, el lenguaje es ante todo pensamiento, forma suprema de tejer realidades, capacidad humana por antonomasia. Tratemos de dar vida a la nebulosa en la que estamos envueltos, esculpamos la niebla, huyamos del arte por el arte- dejemos ahora mismo de lado debates sobre este tema, y escuchemos a don Miguel, tiempo habrá para dar voz (o eco) a los habitantes del Parnaso- centrémonos en la Idea.
Lenguaje, palabras, poesía, y por ende, eternidad. La palabra como forma de sobrevivir al destino común de los humanos: la muerte. Pero no cualquier palabra, sino la que nos conduzca al nombre exacto de todas las cosas, la que encarne la esencia más pura de toda realidad, la Palabra en mayúsculas, verdadera protagonista de la siguiente entrada en mi blog, que tendrá como protagonista al poeta que me llevó a llorar de emoción una fría tarde de enero en la biblioteca de la Universidad. Sea.

3 comentarios:

yoyo dijo...

xD

Anónimo dijo...

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Aún no tengo tal tesoro, pero si tal Dios.

cuidate.

Soy yo.

pfgarea dijo...

pues a ver..., quíen ese poeta??, que ya tardas!