lunes, 13 de febrero de 2023

No somos existencia, somos inercia. "El Arrancacorazones", de Boris Vian.

En un artículo con el explícito y escatológico título de "Sartre y la mierda", Boris Vian se declara como no-existencialista, lanzando uno de tantos dardos al que fuera un amigo querido y más tarde se convirtiera en amante de su mujer, la poeta Michelle Lèglise. Como bien sabemos  el existencialismo de J. P. Sartre plantea la idea de que la existencia precede a la esencia. Es decir, el ser humano no tiene una esencia predeterminada, nada ni nadie lo ha creado, sino que se hace a sí mismo, adquiere su esencia (que lo hace único) a través de su experiencia, de sus decisiones y de sus actos. Aquí reside, según el filósofo francés, la única libertad: el poder de elección. Más tarde, M. Focault rebatirá esta cuestión, señalando que en realidad no hay libertad posible, pues desde el nacimiento estamos condicionados por normas sociales, presentes en diferentes niveles y estratos, por la cultura y por el lenguaje. Pero ese es ya otro tema. Quedémonos por ahora con el existencialismo. 

 

 

Jean Paul Sartre 


 
Si el ser humano se convierte en quien es y adquiere, por ende, su esencia mediante las decisiones que va tomando, que son responsabilidad individual y un acto de libertad en sí mismo, es lógico pensar que cada individuo es único, hecho a sí mismo y por él mismo. ¿Cada individuo es único? En El Arrancacorazones, no. Como punto de llegada nos encontramos en un pueblo en que los habitantes se nos muestran animalizados, con comportamientos crueles y violentos, sin actitud crítica, y con destinos similares. Sirva a modo de ejemplo la feria de viejos, que son subastados para poder ser maltratados por los compradores; la venta de mujeres y la esclavitud sin miramiento de los  más jóvenes, llegando a conformar todo ello un cuadro de lo más grotesco. Nadie se cuestiona sus actos, que los habitantes repiten por el hecho de que siempre ha sido de esta manera, y no conciben alternativa posible. Ni la quieren. Nada más nacer, asumen su destino, lo que se espera de ellos según pertenezcan a un grupo o a otro. Son seres sin nombre, sin individualidad, de hecho, aparecen la mayoría de ellos nombrados por su profesión: el cura, el sacristán, el herrero, el carpintero, el mozo... No se plantean cambio porque no conciben cambio posible. 
 
 


Michelangelo Buonarroti


 
 
Es aquí donde aparece Jacquemort, el protagonista, un psicoanalista en busca de alguien a quien psicoanalizar porque no ha psicoanalizado nunca. Al llegar se encuentra involucrado en un parto de trillizos, terminando, sin saber cómo ni porqué, por convivir con ellos y con la madre que, al principio los rechaza, y después acaba desarrollando un trastorno paranoide en exceso protector con los infantes que la empuja al delirio. Pero sigue sin encontrar a quien psicoanalizar. La situación le pondrá también en contacto con la criada de la casa, que cree que su ruego de psicoanalizarla es algo maligno y una proposición indecente, y preferirá ponerse a cuatro patas para que él la monte, porque hacerlo de otra manera es indigno y sucio, antes que tenerse y hablar. Pero sigue sin encontrar a quien psicoanalizar...
 
 


Sigmund Freud



 
 
Jacquemort es la antítesis del existencialismo, un ser que se considera a sí mismo vacío,  sin esencia, y sin capacidad de reacción ante las atrocidades que lo envuelven. Comienza con ciertas expectativas e incluso algo de lo que Sartre denominó buena fe, pero termina, sin saber cómo, dejándose llevar por la fuerza de lo que le envuelve, llegando incluso a ocupar el lugar de uno de los personajes más representativos del pueblo, aquel que recoge las vergüenzas de los demás. Con el paso de los días, los meses se van desdibujado en un juego de palabras - enabril, aborto, octembre... - el tiempo se vuelve indiferenciado, como si una niebla lo envolviera todo, quedando muy presente que lo que prima es la inercia. 

En El Arrancacorazones no hay lugar para la libertad, cada ser humano es su propia prisión y es carcelero de los demás. Lo demuestra el desfile de personajes sin nombre, una madre prisionera de su temor y su delirio y unos hijos encarcelados por su madre. Solo perdemos de vista a un personaje, el padre de los trillizos, que acaba huyendo, impulsado por la situación a la que es abocado, y no sabemos más de él sino en otras de las novelas de Boris Vian, La Espuma de los Días y El Otoño en Pekín.
 
 

La Espuma de los Días, Michelle Gondry, 2013.


 
 
Es este personaje, que curiosamente se llama Ángel, el que muestras ciertos rasgos existencialistas, pero es derrotado por el antiexistencialismo y expulsado del relato por el autor. ¿Qué habrá sido de él y sus convicciones?
Veamos el siguiente diálogo entre Jacquemort y Ángel y que cada cual saque sus ¿propias? conclusiones:

(...) -Es usted libre, puesto que tiene un deseo - repuso Ángel.
-¿Y si no tuviera ninguno? 
-Sería usted un muerto. 
(...)
- Solo se es libre cuando no se desea nada, y un ser perfectamente libre no debería desear nada (...) Mire, desear algo significa estar encadenado a un deseo.
- De ninguna manera -dijo Ángel - La libertad es el deseo que viene de uno mismo.

Esta novela, como tantas otras de Boris Vian, constituye un acto de rebeldía contra cualquier forma de alienación. Pensar que somos seres libres de elegir cómo actuar nos vuelve responsables de cualquiera de nuestros actos, y eso, muchas veces, no nos conviene. Y nos asusta porque  nos aleja de la repetición de lo conocido. Es mucho más fácil dejarse llevar por la corriente, seguir haciendo algo aún a sabiendas de que ese algo no es correcto, porque nos es cómodo, familiar y sencillo. Aparcar la buena fe y despojarnos de nuestras vergüenzas proyectándolas en los demás. Como hacen otros. Como hacen tantos. Según Sartre, incluso esto sería una decisión tomada desde la libertad de elección. Según El Arrancacorazones, ningún personaje parece tener este nivel de análisis y autoconciencia. O lo que es lo mismo, esencia.

Así pues, ¿somos verdaderamente únicos? La literatura de Boris Vian, al menos a mí, sí me lo parece.
 
 


Simone de Beauvoir, Michelle Lèglise, Boris Vian y Jean Paul Sartre. 







viernes, 20 de enero de 2023

Entre muselinas y abadías: un acercamiento al primer trabajo literario de Jane Austen

La abadía de Northanger es el primer libro que escribió Jane Austen (1798), sin embargo no se publicó sino póstumamente, en 1818, ya que en su momento fue rechazado por la editorial a la que fue entregado (1803). En él se pueden apreciar ya las pautas que marcarán el estilo austeano en toda su producción literaria, tales como el retrato social de finales del s. XVIII y comienzos del XIX, los enredos y vaivenes de los personajes, que generan la duda en el lector (y lo mantienen en vilo), y las reflexiones moralizantes.

(...) La vestimenta siempre es una distinción frívola y prestarle una atención excesiva suele destruir el propósito que se pretende alcanzar (...) Muchas damas se sentirían humilladas si llegaran a entender lo poco que calan en el corazón de un hombre las prendas nuevas o de  mucho valor; lo poco que los conmueve la textura de la muselina y lo poco susceptibles que son a sentir nada especial por las telas de lunares, lisas o de organdí. La mujer se engalana solo para su propia satisfacción. Ningún hombre la admirará más y ninguna mujer le tendrá más simpatía por ello. La pulcritud y vestir a la moda bastarán a los primeros, y un toque de descuido o cierto desaliño resultará muy atractivo a las últimas (...).

 


Jane Austen

 
 
Además, hay en esta obra una burla de las novelas góticas, que ya puede apreciarse a partir del título : La abadía de Northanger, haciendo alusión irónica a las historias románticas que transcurren en fantasmagóricas abadías, viejas mansiones y destartalados castillos. Vemos también un estilo sencillo y un ritmo ágil, que hacen muy fácil y amena su lectura.

Podríamos decir que en esta obra se cuenta la historia de Catherine, la heroína que emprende un viaje iniciático desde el ensueño de su fantasía, gestada a través de su afición por las novelas, al despertar de lo que las cosas, y sobre todo las personas, en realidad son. 

(...) -Se ha formado usted una idea muy favorable de la abadía.
-Lo cierto es que sí. ¿No es una hacienda antigua y distinguida como las que salen en las novelas?
(...)
- ¿Y está usted preparada para afrontar todos los horrores que pueda encontrarse en un edificio de esos que "salen en las novelas"? (...) Nada de mesas, tocadores, guardarropas o cajones, sino, en un lado, quizás los restos de algún laúd roto, en el otro un pesado arcón imposible de abrir y, sobre la chimenea, el retrato de algún apuesto guerrero, cuyos rasgos le llamarán tanto la atención que no conseguirá apartar los ojos de él (...).
 
 
 

Abadía de Bath



 
Sin embargo, ya posee este personaje la individualidad y la libertad interior  tan propias de las protagonistas austeanas, mostrando que la confianza en una misma siempre acaba aportando algo de razón.

(...) Hablar no sirve de nada. Si no me he dejado convencer para hacer algo que considero que está mal, jamás lo haré por medio de engaños (...).

Debido a la capacidad de caracterización psicológica de los personajes por parte de la autora, vas identificándote con uno o con otro, metiéndote en la historia, que te mantiene expectante, y desarrollando tus propias reflexiones al son de las de los propios personajes. Y además, como sucede con Austen, te ríes, porque si bien es cierto que su estilo mordaz e irónico está todavía sin pulir en este primer trabajo, es justamente eso lo que lo hace más delicioso.


"Jane Austen nos hace sentir la extrañeza y el milagro de la literatura, la extrañeza de que un mundo tan distinto al nuestro, sobre todo en lo que se refiere a la vida de las mujeres, pueda parecernos de pronto tan asombrosamente cercano. Bajo el argumento hay una melodía subterránea, mucho más profunda, que sirve para contar cómo se confrontan los anhelos con las posibilidades verdaderas de satisfacerlos, la realidad y el deseo".
Elvira Lindo en el prólogo de Orgullo y prejuicio, ed. Suma de Letras. 
 
 
 

Elvira Lindo 

 
 
 
No sé, creo que con la edad me estoy volviendo de cada vez más austeana.

(...) no hay nada en lo que las personas se engañen más que en lo que respecta a la intensidad de sus afectos. 

*Todas las citas de la novela pertenecen a Jane Austen,  La abadía de Northanger,  Alma Clásicos Ilustrados, 2022.


miércoles, 22 de julio de 2020

Soy Tierra: presencia del ecofeminismo en el imaginario poético iberoamericano

Las mujeres y la Tierra han sido y siguen siendo colonizadas y explotadas por el hombre. Concebidas como fértiles máquinas de producción, nuestros cuerpos son sometidos a múltiples formas de maltrato y agresión.Concebidas como objetos, cosificadas para el disfrute masculino, nuestros cuerpos son sometidos a múltiples formas de maltrato y agresión.

El hombre y sus privilegios, somete a todo aquello que le rodea para su aprovechamiento. Creando normas a su medida. Silenciando, repudiando, demonizando todo lo que teme, lo que es Vida e Instinto, lo que se escapa de su propio control. El mundo está construido según sus propios criterios, a su imagen y semejanza, sí, y todo aquello que no es hombre y para el hombre es la diferencia, la minoría, lo marginal.







Explotación, caza, fuerza, colonización, guerra, sometimiento, violación. Industria cárnica. Industria láctea. Hace unas semanas le preguntaba a Alicia Puleo, durante la Universidad de Verano de Estudios de Género, sobre si su propuesta de Ecofeminismo incluía una postura activa ante el Veganismo. Su respuesta fue: de cara al futuro es la única opción éticamente aceptable.

Porque el Ecofeminismo parte del Biocentrismo, que es la idea de que cualquier forma de Vida debe ser respetada, pero también del Sensocentrismo o la preocupación por el sufrimiento de otras especies. Y las mujeres sabemos mucho de eso. 

Qué diferente sería todo si la sociedad estuviera montada y normativizada desde una perspectiva diferente a la androcéntrica.... ¿Verdad?






Aún  hoy, la mujer sigue sufriendo mayoritariamente los estragos de la pobreza, los trabajos de explotación en el campo, los cuidados, los embarazos y las pésimas condiciones médicas a las que se ve expuesta, por ser la medicina también concebida desde el punto de vista androcéntrico. 

Quizás sea la de América del Sur una de las principales poblaciones en las que las mujeres más sufren la explotación agraria. Pero también es cierto que desde la concepción literaria son quienes, bajo mi punto de vista, mejor integran el uso de imágenes telúricas, en estrecha relación con el simbolismo que asocia la Mujer con la Tierra. Por ello, he elegido a tres poetas nacidas en el continente americano: Alfonsina Storni, Argentina; Gabriela Mistral, Chile; Gioconda Belli, Nicaragua.






En el siguiente poema, Alfonsina Storni nos presenta varios estereotipos femeninos tomados de ejemplos de literatura hecha por hombres y en que se divide a las mujeres en madres y amantes. Así mismo, al usar un vocabulario muy vinculado a la Tierra y la animalidad, pienso que se puede ir extrayendo el vínculo de la mujer con la Naturaleza, y se empieza a entrever la importancia del uso de estas imágenes en el imaginario de las poetas iberoamericanas. 



LAS GRANDES MUJERES

En las grandes mujeres reposó el universo.
Las consumió el amor, como el fuego al estaño,
A unas; reinas, otras, sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.

De alguna, en el mármol, queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa del daño.
Y son las exaltadas que entretejen el verso.

De los libros las tomo como de un escenario
Fastuoso - ¿las envidias, corazón mercernario?
Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.

-Ay, rastreando en sus alas, como en selvas las lobas,
A mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas
Y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.

A. Storni, Colección de Poesía, Madrid, Colección El País, 2009.
 


El siguiente fragmento del poema Madre Mía, de Gabriela Mistral, conecta muy bien con el Ecofeminismo. De él podemos extraer los grupos que sufren la dominación patriarcal: las mujeres, las niñas y los niños, las personas ancianas y, por supuesto, la Tierra. Además, me parece que presenta una visión biocéntrica fácilmente detectable y, una vez más en la poesía iberoamericana, enlaza la esencia de la Mujer con la Naturaleza.



MADRE MÍA

Mi madre era pequeñita
como la mente o la hierba;
apenas echaba sombra
sobre las cosas, apenas,
y la Tierra la quería
por sentírsela ligera
y porque le sonreía
en la dicha y en la pena.
Los niños se la querían,
los viejos y la hierba,
y la luz que ama la gracia,
y la busca y la corteja.
A causa de ella será
este amar lo que no se alza,
lo que sin rumor camina
y silenciosamente habla:
las hierbas aparragadas
y el espíritu del agua (...).

G. Mistral, Las Renegadas. Antología, Barcelona, Lumen, 2019.



Finalmente, Gioconda Belli trata un tema importantísimo como es el de la maternidad. La maternidad se relaciona con la Tierra, con lo fértil, pero también con lo congelado y que no nacerá: es la libre elección de la mujer. Una elección no exenta de culpa muchas veces, y cargada de presión social, y que pienso que se cuestiona de forma muy bella en este poema.


TENGO

Tengo en mis ovarios
semillas,
poemas sin empezar,
llantos y risas congelados.
Quisiera poder visitar
esos enormes almacenes,
diminutos,
conocer los hijos
que nunca tendré;
pedirles perdón
a través de la sangre.

G. Belli, El Ojo de la MujerMadrid, Visor de Poesía, 2009.

jueves, 18 de junio de 2020

Kavafis lo sabía

No te revelaré claramente si vive o ha muerto, porque es malo hablar de cosas vanas
Rapsodia IV, La Odisea, Homero



El viaje de vuelta a Ítaca es en realidad un único camino de ida. De ida a tierras lejanas e ignotas, un descenso al inframundo y un vagar a momentos penoso e incierto, en el que vas moviéndote a la par que un desfile de variopintos personajes, que no son más que tu mismo reflejo en una proyección de juego de espejos. La vuelta...¿quién sabe a dónde? Partiste con la idea de volver un día, pero te vas dando cuenta que Ítaca ya no existe. Tu Ítaca es un espejismo. No la habita ya nadie de quien hubo entonces. El sueño es diferente. ¿Regresar?, ¿a dónde?.



PEREGRINO

¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Luis Cernuda, Las Nubes. Desolación de la Quimera, Madrid, Cátedra, 2003.







Quien emprende conscientemente el viaje hacia sí mism@, sale de su zona de confort y de sus seguridades y resguardos, y sabe que ya jamás podrá renunciar a sus ánsias de libertad. Recorre las galerías de su alma sin ovillo al cual aferrarse, dispuest@ a reconciliarse con el Minotauro y salir de la caverna alzando victorios@ la antorcha del conocimiento. No hay monstruos que matar. Hay monstruos con los que dialogar. Nómbralos, reconócelos y estarán por siempre a tus órdenes. Quien haya acariciado con ternura a Asterión ya nunca deseará realmente un destino más fácil. 





¡No corras. Ve despacio,
que donde tienes que ir
es a ti solo!

¡Ve despacio, no corras,
que el niño de tu yo, recién nacido
eterno,
no te puede seguir!

Si vas deprisa,
el tiempo volará ante ti, como una
mariposilla esquiva.

Si vas despacio,
el tiempo irá detras de ti,
como un buey manso.

Juan Ramón Jiménez, Antología Poética, Madrid, Cátedra, 2008.








Cuando se parte, frente al mar inmenso, se tienen las ganas y la alegría. O bien la tristeza y desesperanza de a quien no le queda ya mucho que perder. Sin embargo la caída es inevitable. Es el descenso al inframundo, a los infiernos, la vuelta al útero para perecer en el intento o renacer en nuevo cuerpo de guerrer@. Tierra. Raíces. Oscuridad y frío. Calor abrasador en una fiebre que acelera el pulso y la angustia, el dar tumbos sin rumbo aparente, el sentirse perdid@ por completo y no hallar reposo en los brazos de Penélope (¿en los brazos de qué arquetipo podemos descansar las mujeres si el reposo es tan solo para el guerrerO?). Es el naufragio. La pérdida. La renuncia. Las primeras canas. El grito. El llanto. La resistencia. La fuerza. El abandono. La aceptación. El autorreconocimiento a través de la vivencia del mito.





(...)Me desperté y la casa estaba iluminada
pero no había nadie conmigo-
sino tanta tristeza
y dolor.
¡Pero si la alegría del sol
es algo cotidiano,
pero si un monte
pero si un fuego!
Ay,
la belleza está clavada como un cuchillo
en el corazón.

Zelda, Obra Poética, Granada, Universidad de Granada, 1995.






Sigues. Caminas con paso más firme. Te sientes más fuerte. Se va formando la espiral de la vida, de tu vida, en cada una de tus cicatrices. Ahora sabes un poquito más. Tienes menos miedo, pero más tristeza. Has aprendido a flotar en las olas, a dejarte llevar por la corriente en un fluir constante hacia la orilla. Resistencia es fuerza y fuerza es lucha. Ya no luchas. Vives. El agua salada y la luz tibia del sol limpian tus heridas, limpian tus ojos, limpian tu garganta. Entras en un sueño de respiración pausada dejándote mecer por las olas. Estás rodead@ de luz. Tan solo respiras y te dejas llevar. Respiras y te dejas llevar...hasta que abres los ojos y te encuentras descansad@ en la orilla. 



FRENTE AL MAR

Cuando liberé al pez dorado
sonrió el mar
y me apretó
contra su corazón libre,
contra su corazón desbordante.
Entonces juntos cantamos
(él y yo):
Mi alma no morirá. ¿Puede mandar una carroña
en corriente viva?
Él cantó así
por su alma tonante,
y yo canté
por mi alma doliente.

Zelda, Obra Poética, Granada, Universidad de Granada, 1995.









Sigo en el laberinto, piensas. Pero ahora todo es más dulce, más limpio, más ingenuo, más nuevo. Te has vaciado. Te estás redimiendo. Tu mirada es más inocente, parecida a la de la niña o del niño que fuiste y de alguna manera aún eres. Sonríes. Ítaca no existe. 


¿O quizás sí?



ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

56 Poemas, Kavafis, Madrid, Mondadori, 1998

viernes, 8 de marzo de 2019

Al menos flores, al menos cantos...*

Una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos
del tirano que se marcha.

Poema Huelga, Gioconda Belli, en Escándalo de Miel







LA VIDA ME DEMANDA OTRO ROSTRO

La vida me demanda otro rostro,
otra postura
el vaivén de los años
los escollos
las rocas
me han dejado la piel expuesta a la sal
Dentro de mí se acomodan las palabras
y las emociones
para un mundo que se ha hecho viejo
y desdentado
Cuesta abandonar el oasis
al que uno soñaba llegar
Mirar el entramado de
las pasiones humanas
y aprender que nadie está a salvo
de la iniquidad
Es en el desvelo
y las pesadillas
donde yace el misterio
que no resuelven las revoluciones
ni las utopías
El lado oscuro del alma
es tan cierto como su luminosidad
y sus laberintos son grutas
donde las almejas y los cangrejos
esconden sus pinzas rosadas
prestas para el mordisco de la sobrevivencia
Tantos años he querido
interpretar el mundo como un proyecto inacabado
de Paraíso Terrenal.
Mis lecturas de libros amables
la nobleza de mis ancestros
mi infancia plácida
no me prepararon para lo inicuo
lo informe, el desafío de los entuertos.

Como la luna
he sido horadada por una lluvia constante de meteoritos
Me pesan las vendas en los ojos
y las sonrisas sostenidas a punta de fe
Me pesa la confianza
como una ceguera fácil y sin profundidad

Para esto me servirá la madurez
para adentrarme más allá del verdor
y ver y amar sin miedo la totalidad:
la podredumbre
igual que la gloria.

La vida me demanda otro rostro
Quitarme la máscara de infancia
Gritar.

Gioconda Belli, Escándalo de Miel, Barcelona, Seix Barral, 2011.




Blau, Gracia de Juan



*Versos traducidos del náhuatl y citados por Gioconda Belli en el poema Quedará de Nosotros.

sábado, 16 de febrero de 2019

Las nínfulas no son vuestras lolitas

¿Tienes miedo de los cazadores de mariposas?

Ni siquiera sé volar

El Funeral de Lolita, Luna Miguel




La Lolita de Nabokov es quizás el libro que más veces he empezado y jamás he sido capaz de terminar. Aunque me fascina su prosa, su elegancia y la belleza de sus palabras, intuyo algo sórdido y oscuro tras sus líneas, la historia de un tremendo abuso que Luna Miguel explicita en su primera novela, El Funeral de Lolita. Y lo hace con una prosa ligera cargada de dureza, experiencias y poesía. 


(...) Mano de viejo mancha el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Mis manos están manchadas.
Mi cuello está manchado.
Tus labios son tan finos como tus dientes que pinchan.
Tu barba raspándome.
Tu barba crujiente.

Mano de viejo: es tu mano de tiza sobre mi cuerpo.
Cuerpo juvenil: soy yo escondida.
Si intenta acariciarlo: no pudo, una mujer llegó.

Cobarde.

Eres un cobarde (...)*








Una de las cosas que más me han llamado la atención del libro de Luna Miguel es cómo podemos sentirnos identificadas con la protagonista, porque, ¿quién de entre todas las solitarias nínfulas no se ha enamorado de un profesor (de literatura)?. Cualquiera de nosotras es Helena, la protagonista, y siente lo que ella siente, actúa como ella actúa y duda como ella duda. Y cualquiera de ellos es Roberto, el profesor, y sabe tanto (o más) como él sabe, y arroja salvavidas de conocimiento cuando todo lo demás falla, pero no actúa como él actúa, ni abusa como él abusa. Y ahí reside la diferencia. 


(...)Leo a Charles Baudelaire porque él lo ha mencionado en clase (...)

(...) Si yo tengo quince años y él treinta y nueve, entonces nos llevamos veinticuatro. No es tanto. Si es verdad lo que nos dijo en clase de que lee más de ocho libros al mes, eso significa que al año leerá como cien. Si dice que empezó a leer novelas en la universidad, a los diecinueve , ya ha leído unos dos mil libros.
Me quedan dos mil putos libros por delante.
¿Le alcanzaré? (...).


Nabokov tiene la genial capacidad de transformar en poesía lo que en cualquiera de vosotros es vulgaridad, pederastia y agresión, normalizada bajo el mito de la mal entendida lolita en una sociedad patriarcal y carente de inteligencia y sensibilidad activas. 

¿A qué me refiero con mal entendida lolita? Pues sencillamente al hecho de que no es la niña quien seduce al profesor, como popularmente se interpreta, a conveniencia del sexomaníaco patriarcado abusador, perezoso y machista, sino que es el profesor quien se aprovecha de la vulnerabilidad y admiración de la niña para manipularla, usarla, abusar de ella y, en fin, erotizarla y transformarla en un objeto para la satisfacción de sus más perversos deseos y frustradas pulsiones. 

Podéis leer lo molesto que se sintió Nabokov por la mala interpretación de su novela  aquí.


(...)El orgasmo, como la muerte, deja el corazón vacío(...).



Lolita, S. Kubrick,1962


Navokob escribió sobre un abuso, desde la perspectiva del abusador y con genialidad, belleza e inteligencia. Y vosotros lo interpretasteis a vuestra conveniencia. Podríamos hacer un estudio sobre cuántos de vosotros habéis jugado en vuestras insípidas fantasías con las lolitas sin haber leído Lolita, pero me temo que es un tema carente de interés, puesto que de cada vez se está poniendo más en evidencia lo poco que vuestras fantasías nos interesan: a las niñas jóvenes no les gustáis porque os ven viejos, enteraos de una vez. Lo que les seduce es la inteligencia, el conocimiento, el vocabulario que ni la mitad de vosotros tenéis, así que, por favor, dejad de hacer ya el ridículo. Y si lo tenéis asumid la responsabilidad de vuestros actos.



Lolita, A. Lyne, 1997



Luna Miguel pone voz a la víctima, a la adolescente usada y abusada, con crudeza, pero también con muchísima belleza. Porque Luna Miguel lee, y escribe, y siente y capta lo esencial, la verdad, lo que importa. Luna Miguel escribe empáticamente y con inteligencia y no necesita ser una nínfula porque se basta a ella misma. 

De hecho, ninguna de nosotras necesitamos ser nínfulas, ni lolitas, ni femme fatale, ni donna angelicata, ni ninguna de vuestras fantasías....

...porque nos bastamos a nosotras mismas.


(...) Cada vez que su abuela sacudía aquellas largas telas verdes, el aire de la casa se impregnaba de un frescor inaudito. Como si dentro de aquellas paredes hubiera ahora más vida. ¿De dónde había sacado aquel bálsamo? ¿Por qué nadie la había dicho antes que la solución a todos sus duelos residía en el batir de una sábana contra la luz del sol? (...)




Fotografía de Cristina García Rodero. Leed esta maravillosa entrada del blog La Escuela de los Domingos.


*Todos los extractos de esta entrada pertenecen al libro El Funeral de Lolita, de Luna Miguel, Barcelona, Lumen, 2018.