viernes, 25 de marzo de 2011

Monjas y Monjitas II

En el que es considerado su último poemario importante, Cantos de Vida y Esperanza (1905), Rubén Darío, poeta modernista por excelencia del mundo hispano, dedica un poema a una tal Sor María.

En la forma cordial de la boca, la fresa
solemniza su púrpura; y en el sutil dibujo
del óvalo del rostro de la blanca abadesa
la pura frente es ángel y el ojo negro es brujo.
Al marfil monacal de esa faz misteriosa
brota una dulce luz de un resplandor interno,
que enciende en las mejillas una celeste rosa
en que su pincelada fatal puso el Infierno.
¡Oh, Sor María! ¡Oh, Sor María! ¡Oh, Sor María!
la mágica mirada y el continente regio,
¿no hicieron en una alma pecaminosa un día
brotar el encendido clavel del sacrilegio?
Y parece que el hondo mirar cosas dijera,
especiosas y ungidas de miel y de veneno.
(Sor María murió condenada a la hoguera:
dos abejas volaron de las rosas del seno).
Rubén Darío, Cantos de Vida y Esperanza, (1905), en Azul... Cantos de Vida y Esperanza, Madrid, Espasa, 1998.

Como podemos ver, prima el léxico cuidado, la magistral sinestesia, el colorido adjetivo que sorprende por su condición de inesperado. El poeta contrapone dos elementos, lo angelical y puro a lo infernal y pecaminoso, que acabarán por constituir el desarrollo del poema: la tentación que subyuga a la religiosa, cuyo cuerpo debiera mantenerse casto y libre de los males de la carne, pese a su belleza. De ahí que se corrompa y por ello sea castigada.

Ahora bien, pese al pecado en el que cae, el alma de Sor María es pura y limpia. Así, en su muerte se elevan hacia lo más alto del cielo dos abejas, despegando de las rosas del seno, símbolos de la Poesía y, por tanto, de la Belleza y el Ideal, de lo eterno.





I. Bergman en Las Campanas de Santa María, L. Mc Carey, 1945.


En Romancero Gitano (1924/27), haciendo uso de la poesía popular, Federico García Lorca dedica también un poema a una monja. Lo vemos a continuación.

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Que bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh, qué llanura empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.

Federico García Lorca, La Monja Gitana, en Romancero Gitano, 1924/27.


Poesía de corte popular, en este poema García Lorca nos presenta, mediante bellísimas imágenes imposibles, extrañas e intuitivas, a una monja que teje y mira hacia el exterior a través de una celosía. En un tono afectivo, en el que abundan las exclamaciones, el poeta nos cuenta el anhelo de esta. El mundo se despierta y clama por su atención, pero ella lo deja pasar como a un sueño que no está hecho a su medida.

A través de estas dos entradas hemos visto varios ejemplos del tema de la monja en la poesía. Si bien unos poetas deciden que sucumba a la carne, otros la mantienen románticamente fiel a su divino dueño. Eso sí, en todos los casos, hermosas y apasionadas. ¿Habrá algún ejemplo de monja fea?. Si alguien lo sabe, me ecantaría que lo expusiera.






LA MONJA ATEA

Las monjas adoran a Dios que no existe
mientras el Papa aprieta el gatillo
y dice Dios no existe
es una imaginación de la Iglesia
que está muriendo poco a poco
los ateos lloran al pie de una estatua.
Y el mundo dice Dios no existe
es una imaginación del Papa
mientras los ateos
lloran y lloran por su belleza perdida
y Dios ya no existe
está llorando en el Infierno

Esta es la estatua entera de la nada.

Leopoldo María Panero, La Monja Atea, Contra España y Otros Poemas No de Amor, (1990), en Poesía Completa (1970-2000), Madrid, Visor, 2006.Cursiva

http://existeunmundoparalelo.wordpress.com

3 comentarios:

Luz Leira dijo...

Ay, cómo me gusta... sobre monjas poco agraciadas solo tengo noticias de la Monja Alférez, personaje legendario, hombruna, huida del convento, travestida a hombre y luchadora y pendenciera. Por ahí dicen algunos que raptaba mujeres. En el romanticismo fue un filón literario, hay una comedia de Montalbán bastante conocida... si te interesa el personaje como fuente de inspiración literaria puedes mirar en http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/erauso.htm

Interesantísimo tu seguimiento. El villancico del que partes es una preciosidad, y el crecimiento del tema hasta el último ejemplo. Muchísimas gracias, Georgina, por traerlo hasta aquí. Qué morbo, creo que pensaban también : ), yo he visto un calendario de los curas del Vaticano donde me parece que se celaban y querían conseguir el mismo efecto con ejemplares masculinos muy viriles con alzacuellos y mirada sensual.

Inoa Ferrer Reynés dijo...

Hola, Alba!

No había visto tu comentario hasta hoy, mil disculpas por el despiste :)

Muchas gracias por el enlace, la verdad es que el caso de la monja Alférez me resulta curioso y creo que sigue bastante bien el patrón de marginación literaria hacia la mujer que se sale de los cánones marcados.

Me alegra que te interesen estas entradas, a veces pienso que nadie más que yo las disfruta, ajajaja.

Un abrazo con sal y un beso mediterráneo...

Soren Vargas dijo...

La última pertenece a la Orden de las Hermanas Descalzas hasta el Cuello. Muy interesantes tus temas. Las monjas guardan la dualidad de renuncia irrenunciable. Son como tesoros flotantes.