sábado, 13 de noviembre de 2010

Quien en buena ora cinxo espada

Uno de los pasajes del Cantar de Mio Cid (s. XII-XIII) que considero más bellos, tanto estéticamente, como temáticamente, es en el Cantar Primero, cuando Rodrigo Díaz de Vivar, Mio Cid, desterrado por el rey Alfonso VI, intenta entrar en la ciudad de Burgos. Esta se muestra temerosa ante el Campeador, puesto que el rey ha prohibido a sus súbditos que le otorguen posada y cobijo, so pena de duros castigos. En un principio, el Cid se muestra combativo ante tales restricciones y tiene intención de no denegarse la entrada a la ciudad, pero todo cambia cuando una niña de nueve años se postra ante él y le ruega que ceje en su empeño.


Los de mio Cid a altas vozes llaman,
los de dentro non les querién tornar palabra.
Aguijó mio Cid, a la puerta se llegava,
sacó el pie del estribera, una ferida·l´dava;
non se abre la puerta, ca bien era cerrada.
Una niña de nuef años a ojo se parava:
- ¡Ya Campeador, en buena ora cinxiestes espada!
El rey lo ha vedado, anoch d´él entró su carta
con grate recabdo e fuertemientre sellada.
Non vos osariemos abrir nin coger por nada;
si non, perderiemos los averes e las casas,
e demás los ojos de las caras.
Cid, en el nuestro mal vós non ganades nada,
mas el Criador vos vala con todas sus vertudes santas-.
Esto la niña dixo e tornós´pora su casa.
Ya lo vee el Cid, que del rey non avié gracia;
partiós´de la puerta, por Burgos agujava,
llegó a Santa María, luego descavalga,
fincó los inojos, de coraçón rogava.

E. de Alberto Montaner, Cantar Mio Cid, Barcelona, Crítica, 2007.




Así, el Cid decide dormir en la montaña:

La oración fecha, luego cavalgava,
salió por la puerta e Arlançón passava;
cabo essa villa en la glera posava,
fincava la tienda e luego descavalgava.
Mio Cid Ruy Díaz, el que en buena ora cinxo espada,
posó en la glera cuando no·l´coge nadi en casa,
derredor d´él una buena conpaña;
assí posó mio Cid commo si fuesse en montaña.

E. de Alberto Montaner,
Cantar Mio Cid, Barcelona, Crítica, 2007.

Es importante tener en cuenta que es este el único caso en que se menciona la edad de un personaje del cantar, y precisamente es para reforzar el hecho de que sea una niña quien convenza al Campeador para que no entre en la ciudad. Desde mi punto de vista, la niña es símbolo de la Inocencia, que conmueve al Cid. Finalmente y tomando muestra de ello, Rodrigo Díaz se dirige a la iglesia, como acto de piedad, y pasa la noche en la montaña, símbolo de humildad.






Siglos más tarde volveremos a encontrar este pasaje como motivo de un poema de Manuel Machado en el libro Alma (1912).

CASTILLA

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules y en los ojos lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.

- Buen Cid, pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa,
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita. "¡En marcha!".

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

Manuel Machado, Alma (1912) en Alma. Caprichos. El Mal Poema, Madrid, Castalia, 2000.



Como vemos, el poema de Manuel Machado encarna perfectamente la atracción romántica y finisecular por lo primitivo y lo bárbaro, la idealizada Edad Media. Encontramos en Castilla dramatizado el contraste entre el vigor heroico del Cid y la delicadeza prerrafaélica de la niña, en un paisaje solar. Suspense, tensión emotiva y la figura mesiánica del Cid, con doce discípulos.

Comparando este poema con el fragmento del cantar más arriba expuesto, es importante señalar que en Castilla el parlamento entre el Campeador y la niña muestra un carácter más sintético, amplificándose la sanción. Los versos finales del poema siguen el cantar, casi literalmente en el verso ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!, pero la decisión final presenta mayor contención y emoción de la que carece el cantar.

Simbolismo modernista enlazado con épica de transmisión oral. Es lo que tiene la buena literatura, que es eterna.



4 comentarios:

Luz Leira dijo...

Es una preciosa y delicada intertextualidad. El momento del cantar escogido también es uno de mis preferidos, y creo que la pérdida de las páginas anteriores, tan triste, ha tenido como contrapartida positiva el situarlo casi como un momento de apertura, y orientar así la lectura del cantar a una perspectiva donde ya no podrás dejar de estar atento a la ternura y el lirismo, que afloran como haces de luz de humanidad completa de vez en cuando, entre las hazañas bélicas.

El poema de Machado, ni lo recordaba. Muchas gracias por traérnoslo, ya me tienes fija leyéndote.

Inoa Ferrer Reynés dijo...

Muchas gracias, Alba. Ya sabes que es una alegría tenerte por aquí :)
Un beso mediterráneo...

Anónimo dijo...

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- David

Anónimo dijo...

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