martes, 6 de abril de 2010

Escrito en la Piedra II

Octavio Paz titula con el simbólico nombre de Piedra de Sol una composición poética publicada en 1957. No debe pasar por alto el hecho de que el título pueda ser interpretado con un doble sentido, pues no solo alude al famoso monolito con inscripciones sobre la cosmogonía mexicana y los cultos solares, base del calendario azteca, sino que también hace referencia a la piedra como tal y a su relación con uno de los elementos naturales que la acompañan en su estática existencia, el sol. Por tanto, vemos una vez más como el poeta se sirve de lo material para concentrar toda una visión a la práctica inefable y no solo eso, sino que además, en este caso, el autor mexicano se apoya en una piedra con connotaciones mágicas y etéreas, casadas en la propia Piedra del Sol.
Encontramos en el extenso poema que es Piedra de Sol el intento -muy bien logrado, bajo mi punto de vista- de atrapar en una sola las diferentes dimensiones que envuelven al ser humano, refiriéndome con dimensiones a aquello de esencial que hay en la vida. Por ello mismo, el eje central del mismo es el amor, que todo lo puede, y la desgarrada pasión de los amantes, que en sus actos de carnalidad cotidiana, consiguen crearse un mundo a medida.
En Piedra de Sol la esperanza late con el nuevo día, la eternidad se concentra en la historia, en el solo ser que no es más que todos los demás seres. De la individualidad nace el existir colectivo, pues la realidad de todos no es más que la propia y única realidad.


(...) Eloísa, Perséfone, María,
muestra tu rostro al fin para que vea
mi cara verdadera, la del otro,
mi cara de nosotros siempre todos,
cara de árbol y de panadero,
de chofer y de nube y de marino,
cara de sol y arroyo t Pedro y Pablo,
cara de solitario colectivo,
despiértame, ya nazco:
vida y muerte
pactan en ti, señora de la noche,
torre de claridad, reina del alba,
virgen lunar, madre del agua madre,
cuerpo del mundo, casa de la muerte,
caigo sin fin desde mi nacimiento,
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
recógeme en tus ojos, junta el polvo
disperso y reconcilia mis cenizas,
ata mis huesos divididos, sopla
sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz al pensamiento
contra sí mismo airado (...)
quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
se despeñó el instante en otro y otro,
dormí sueños de piedra que no sueña
y al cabo de los años como piedras
oí cantar mi sangre encarcelada,
con un rumor de luez el mar cantaba,
una a una cedían las murallas,
todas las puertas se desmoronaban
y el sol entraba a saco por mi frente,
despegaba mis párpados cerrados,
desprendía mi ser de su envoltura,
me arrancaba de mí, me separaba
de mi bruto dormir de siglos de piedra (...)

Octavio Paz,
Piedra de Sol (1957) en La Estación Violenta (1948-1957), Piedra y Sol. Poemas Escogidos, Visor, Madrid, 2007.


Piedra de Sol


Una imagen muy diferente a la comentada hasta el momento es la que la medicina de siglos anteriores (XV-XVIII) utilizaba de la piedra para hacer referencia a uno de los grandes males, por aquel entonces mitificado y extraño desconocido, la locura. De esta manera, los curanderos se suponía que extraían una piedra negra, la piedra de la locura, del cráneo de aquellos infelices que eran diagnosticados como poseedores de ese mal.
Este fue tema frecuente en la pintura flamenca (s. XV y XVI), pero también fue un tópico utilizado por el famoso humanista Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la Locura (1509) - o Elogio de la Estulticia-, concibiendo la locura como estupidez, tontería, sandez o majadería, en combinación con la mezquindad, la bobería e incluso la malicia :

Diga lo que quiera de mí el común de los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de la estulticia incluso los más estultos, soy, empero, aquella, y precisamente la única que tiene poder para divertir a los dioses y a los hombres.

Erasmo de Rotterdam, Elogio de la Locura, 1509.

Erasmo de Rotterdam


Alejandra Pizarnik, siguiendo la línea de su particular estilo poético, retoma el tópico y utiliza el título de Extracción de la Piedra de la Locura (1968) para un complicado y oscuro poemario. En él, la poeta se sume en la desesperación y la noche, confundiendo la realidad que la envuelve con la propia conciencia en apariencia desequilibrada, hasta llegar al abismo inescrutable que es su propia poesía.

Cantora Nocturna

Joe, macht die Musik von damals nacht...

La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

Alejandra Pizarnik, Extracción de la Piedra de la Locura (1968) en Poesía Completa, Lumen, Barcelona, 2007.

Extracción de la Piedra de la Locura, El Bosco, 1475-1480

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