viernes, 25 de septiembre de 2009

Bienvenido, Otoño

Transportando en mi mochila azul marino las llamadas de madrugada para oír un "te quiero" mojado en alcohol, ese tan tú y tu mitad que fue un padre para mí, nuestros paseos por la playa contando las estrellas y teñidos de un verde marihuana, tu despiste inevitable al dejarte el bloc de dibujo olvidado en cualquier estación, esos ojos moteados y achinados que no me dejaron tocar más que con la punta de los dedos un alma herméticamente cerrada, la casa alquilada en el campo sin agua y sin luz en un exceso de ingenuidad, los dieciocho mal cumplidos y los veintitrés tan bien follados, el eterno despertar en camas desconocidas con un penetrante olor a tedio y resaca, los domingos dando vueltas astiada por la habitación, los papeles rotos debido a un mal presentimiento y los malos versos que me curaron del tenaz insomnio , los conciertos de Krahe que no quiero recordar, las canciones de Sabina que me vinieron muy tempranamente a buscar, el no llegar a fin de mes y la alquimia del no pagar las facturas de la electricidad, el ser la señoritadeldesnatado y la muñeca de la promoción, las fiestas de gente guapa que me daban ganas de vomitar, los madrugones sin desayunar para no llegar tarde a un trabajo en el que fichar, ese divorcio tan doloroso con la poesía, la culpa por ser cualquier mujer sin ser la que era en realidad, el de pronto crecer, el darme cuenta demasiado tarde de que todo tiene un final, Twin Peacks frente a la chimenea y abrigada con tu jersey, los piercings que ya me quité, el tatuaje que nunca me llegué a hacer, las palabras en hebreo que te susurré en esa ciudad, el olor a sudor, tu coche destartalado, las quejas de los vecinos y el candelabro que confieso te rompí. Llevo el peso del tiempo en mi mochila. Abro entonces la verja que da paso al parque solitario y desierto para que se esparzan y fluyan los recuerdos en el rumor monótono de la fuente.


Alphonse Mucha


OTOÑO

En el parque yo solo...
Han cerrado,
y olvidado
en el parque viejo, solo
me han dejad
o.

La hoja seca
vagament
e
indolente
roza el suelo...
Nada sé,
nada quiero,
nada espero.
Nada...


Solo
en el parque me h
an dejado
olvidado
... y han cerrado.

Manuel Machado, Alma, 1902.



Inicio el regreso a casa y me paro a contemplar la hoja muerta que súbitamente cae en la calle húmeda aún por una lluvia que desliza en cada una de sus gotas todo aquello de lo que no me quiero desprender. Me siento en un banco desgastado por los años, sin prisas, sola en el atardecer, ante los botes de mermelada de naranja, albaricoque y ciruela que reposan silenciosos y pacientes en el estante más alto de la cocina que me recuerda tanto a lo que fui, ante el rosáceo y azul del cielo de las tardes que anuncian viento, ante una canción cualquiera de Leonard Cohen o Joan Manuel Serrat, ante el Paseo Marítimo en cazadora y las carreras en tacón para huir del chaparrón, ante nuestros cafés descarados al saltarnos las clases para hablar sobre la teoría sexual de Freud, ante la lluvia mientras tomamos un capuccino en el Expresso y el croissant que alguna que otra lágrima se empeña todavía en bautizar, ante mi barbie rubia y su vestido rosa de princesa, ante el cuaderno que me regaló mi abuelo para que lo llenara de ideas, ante la estúpida lámpara de un todo a cien en la que hay peces que simulan nadar, ante el impulso de subirme a un columpio en cuanto lo tengo frente a mí y comenzar a volar, ante La Historia Interminable y las interminables historias que nos solíamos inventar cuando mamá no nos dejaba salir a jugar con la bicicleta, ante los castigos de papá que jamás cumplió y su tevoyallevaraunreformatorio, ante las meriendas de pan con chocolate y zumo de melocotón, ante los domingos en el Castillo de Bellver y el cuento del patito de la abuela antes de ir a dormir, ante los helados de stracciatella que no sabía pronunciar pero que ya me hacían tremendamente feliz, ante la máquina de escribir que me agencié en casa de los abuelos sin saber ni siquiera escribir, ante la mujer que me descubrió un mundo paralelo al mecerme entre historias de romanos junto a Quinto Metelo, ante la tristeza que siempre me caracterizó y la fantasía con la que nunca he dejado de caminar, ante los cómics de Asterix, Tintín, Mafalda y Mortadelo, ante la comba y el un, dos, tres, patito inglés, ante las monjas que ya desde pequeña me causaban aversión, ante mi primer amigo homosexual y la cazadora que nos compramos juntos, ante el uniforme a cuadros azul, ante los ojos que se me quedaron, redondos como platos, al ver que teníamos un perrito, ante el árbol de navidad y los turrones de almendra, ante, en fin, todo aquello que hace de mí quien me temo que soy e incluso ahora, o ahora más que nunca, me acunan y me conducen por una estrecha galería de espejos hasta el centro de Todo y Nada.



Alphonse Mucha





"Tournez, tournez, chevaux de bois".
Verlaine


Pegasos, lindos pegasos,

caballitos de madera.
.........................................
Yo conocí, siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!.

Antonio Machado, Galerías. Soledades. Otros poemas, para Poesías Completas, 1917.


Me quito las botas y pienso que siempre me ha gustado caminar descalza. Siempre me ha gustado el olor a café recién hecho por las mañanas, las rimas y los crucigramas, Italia y las iglesias, coleccionar braguitas de encaje, las botas altas, las voces graves, el mundo árabe, las miradas, regar las plantas, leer los sábados por la mañana al sol, tocar las piedras, perderme andando por las calles de cualquier pueblo o ciudad, los versos y las letras, los libros y su olor, el callo en el dedo de tanto escribir. Confundiendo vida y literatura escribo hoy esta entrada y os la dedico a tod@s vosotr@s, que me leéis. Y para ti, porque me enseñas a respirar aire nuevo y sin el descubrimiento de lThe Fall of Troy, de Tom Waits, no hubiesen nacido estas líneas. Aunque no me leas.


Gaspar Camps



ES MI ALMA

No sois vosotras, ricas aguas
de oro las que corréis
por el helecho, es mi alma.

No sois vosotras, frescas alas
libres las que os abrís
al iris verde, es mi alma.

No sois vosotras, dulces ramas
rojas las que os mecéis
al viento lento, es mi alma.

No sois vosotras, claras, altas
voces las que os pasáis
del sol que cae, es mi alma.

Juan Ramón Jiménez, La Estación Total, 1946.


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